Entra y Verás - Nocturnus y Lizzie Must Die

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Tema: Entra y Verás 

Al traspasar el umbral una mano aferró bruscamente las suyas:

- Te esperaba. - dijo, casi en susurro. Él la tomó apasionadamente con impulso y desespero de la barbilla, acercó la nariz a su cuello e inspiró, absorbiendo el olor de su piel. Luego, pasó la lengua sobre la dulce carne de su carótida, donde su lengua jugueteó al compás de los latidos de su corazón.

- Te he esperado desde hace tanto tiempo, tantos años solo mirándote, fantaseando con tu cuerpo. - agrego. Ella sonrió de forma perversa al confirmar el mutuo sentimiento y ver lo inofensivo que se veía bajo su hechizo.

Una vez en la alcoba, la fue desvistiendo y trazando un camino de mordiscos por toda su delicada anatomía. La hembra gimió, cerrando los ojos mientras se retorcía como una gata en celo. Los fuertes brazos la sujetaron con desesperación y de pronto, un rugido se atoró en su garganta al ser inyectada por dos punzones de marfil, que prontamente comenzaron a succionar la sangre híbrida de los Klan Sapiens del cual pertenecía.

Pero la fémina se debatió  en forcejeo, mientras sintió la piel desgarrarse entre espasmos dolorosos de los finos colmillos insertados en la yugular. De súbito se desprendió de su presa y su cuerpo se transformó al instante, feroz como sus propias fauces. Él se abalanzó con fuerza sobre ella y comenzaron a rodar en el suelo, chocaron contra las paredes y el techo, golpeándose, arañandose, mordiéndose mientras se retorcían y gemían.

Durante una fracción de segundo, un estallido de dolor lacero el costado derecho del hematófago para luego salir volando por los aires.  

- ¡Mil rayos te carguen, licántropa! - le gritó pálido temblando de rabia.  Ella sintió su miedo, olio la adrenalina del pánico que invadió ese cuerpo blanco, terso, perfecto, que solo una Omega Klan como ella podía hacer sentir.

Él cayó de rodillas, los cortes fatales con elixir magenta de sus garras hizo efecto de inmediato. El cuerpo se retorció preso de convulsiones mientras, su preciada sangre de puro estirpe pugnó por salir victorioso de aquella batalla. Sin perder tiempo, ella comenzó a corroer sus órganos y tejidos antes que estos perdieran el poder vital del rey de los Alfas. Comió, saboreó y tragó todo lo que pudo, hasta convulsionar en un orgasmo abismal que la llevó a proferir un gruñido ancestral propio de su clan.

Tema: Silencio se rueda

Elige tus opciones y crea un microrrelato, un poema, o lo que quieras, y, del género que también decidas; puede ser un encuentro apasionado, un episodio de terror, incluso una situación cómica.
Mi escenario es: un vagón de tren
Mis complementos:
Un vestido negro
Un cuchillo
Una rosa roja
Denominador común que aparecerá:
UN FOTÓGRAFO
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Esa tarde la señorita Lizzie Mallowe iba sentada en el último vagón del tren. Observaba los paisajes y la metamorfosis que sufren los colores de verdes a amarillos, ocres, rojos y naranjas. Una sensación glacial, un abatimiento de irremediable tristeza invadió su pensamiento.

Abrió la ventana, respiró aire fresco y se quedó escuchando el sonido de las vías. De presto, todo tenía sentido, incluidos los mensajes secretos entre las partituras de compases musicales que le había entregado Francois Renault semanas antes de su asesinato.

Cuando llegó a la estación, se puso de pie y esperó que el tren se detuviera por completo. La dama del vestido negro descendió al andén con rapidez, e indicó al mozo portaequipajes que le bajara de inmediato su maleta, luego se echó a caminar de prisa entre la multitud.

Repentinamente, un hombre de bigotillo rojizo y saco ajustado saltó por encima de un baúl deslizándose entre la gente y, con ágiles movimientos se dirigió hacia a ella con cuchillo en mano. El estruendo de una segunda locomotora que abandonaba la estación, impidió que la dama escuchara el grito de alerta de un joven fotógrafo de la prensa libre, que se encontraba a unos metros de ella. Al intuir lo inevitable encendió su cámara kodak y se apresuró a fotografiar la escalofriante escena.

¡Viva la nación Ωmega! - rugió el verdugo. Su noble sangre se empapó en el negro terciopelo de su vestido, y sus rizados cabellos rubios atados con una rosa roja adornaron el corte profundo en su cuello.


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