Este jueves: escribir un relato inspirándonos en un retrato.
Yo elegí la pintura de Vincent van Gogh: La noche estrellada para mi inspiración.
He aquí, la visión alegórica de melancolía del Saint-Paul-de-Mausole, con una paradójica serenidad. El pintor aprovecha su silencio letárgico para plasmar su psicosis desde otra perspectiva. Al apuntar el alba vuelve atrás; lo que quiere es pintar desde sus adentros hacia afuera, no importa si con espátula, brocha o esponja.
Así, permanece pensativo unos segundos, para después desplegar sus alas en toda su envergadura y comenzar a esbozar los recuerdos inconexos de su vida. Y helo allí, con obstinación, como un alucinado busca a través de sus pinceles, escapar de una manera ingrávida al otro mundo paralelo de sus sueños en busca de paz y tranquilidad.
Sus ojos están puestos en el lienzo, mientras sus manos trazan la llegada de la esplendorosa aurora; que la inunda con estrellas de sólidas irradiaciones, de espirales en decadencia anunciando lo vulnerable de su fuerza vital. También la hace acompañar de una luna creciente ardiendo con su propia luminosidad que, quizá, representa su ser estéril de juventud sin resplandecer.
Más sigue el pintor dando vida y forma, acentuando las líneas y colores sombríos, de un pequeño pueblo rodeado de colinas aun medio oscuras, tratando de esbozar la cuna y memorias de su niñez. Para finalizar como si se tratase de un toque personal, añade altos cipreses, negros y lánguidos.
Después de varias horas, poco a poco encuentra el final idealizado para su gran obra, donde deja en cada pincelada su afán por exteriorizar sus paranoias. Al final, diose en cuenta que, lo había eclipsado, que en aquel diáfano arbóreo coronado de estrellas, se acentuaba nuevamente su inestabilidad emocional.
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